domingo, 3 de julio de 2011

Bertold Brecht.- LOS NEGOCIOS DEL SEÑOR JULIO CÉSAR.

Bertold Brecht


Bertold Brecht.- LOS NEGOCIOS DEL SEÑOR JULIO CÉSAR.

Libro primero: La carrera de un joven distinguido

El camino que nos habían señalado, angosto y bastante empinado, avanzabna zigzagueando través de los olivares que a manera de terrazas, ascendían desde lago apoyados en muros de piedra bajos. Era una mañana radiante. Debía ser la hora del el segundo refrigerio, pues sólo vimos unos pocos esclavos en las plantaciones y de algunas granjas se elevaban columnas de humo.
Portada del libro

La villa quedó pronto a la vista; al menos varias partes relumbraban entre los olivos. Se alzaba admita en mitad de la ladera.

Al subir volvieron a asaltarme dudas sobre si el viejo nos permitiría realmente ver los inestimables escritos. Las recomendaciones que llevaba mi Sempronio no suponían precisamente una carga muy pesada. Hubiera preferido verlo sudar bajo aquel preso.

Al igual que en tantas ocasiones en que las fatigas, además de los gastos, resultaba demasiado penosas, me consolé pensando que el gran político cuya biografía me había propuesto escribir, había puesto a sus biógrafos, tanto consciente como inconscientemente, más obstáculos que los propios de un viaje dificultoso. Y allí estaba la leyenda, que todo lo desdibujaba. Él mismo había escrito incluso libros para desorientarnos. Y también había gastado dinero, y no poco. Los grandes hombres han hecho siempre esfuerzos sobrehumanos para ocultar los verdaderos móviles de sus actos.
Julio César

La villa resultó ser un solo piso, pero muy espaciosa. Estaba construida en un estilo por demás sencillo, muy diferente de las horribles edificaciones de nuestros arribistas urbanos. Y el dueño de la casa, que nos recibió en la biblioteca, tampoco se asemejaban en nada a nuestros nuevos semadores.
Maqueta de una villa romana

El ex alguacil ejecutor y más tarde banquero Mummlio Spicer es un anciano alto y huesudo, de un rostro algo grisáceo en el que destaca la poderosa mandíbula. Camina inclinado hacia delante, aunque eso no parece síntoma de decrepitud.

De pie junto a la ventana examinó nuestras cartas de recomendación con extrema cautela. Su forma de manipular los papeles dejaba traslucir su profesión. Los hombres de negocios leen más a fondo que los bibliófilos. Conocen muy bien los inconvenientes que pueden surgir de una lectura apresuada.

Ningún rasgo de su rostro basto y aplanado me reveló que juicio le merecían los distintos autores de las cartas ni qué valor asignaba a sus recomendaciones.






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