viernes, 20 de mayo de 2011

Marañón.- El Conde-Duque

Gregorio Marañón: EL CONDE-DUQUE DE OLIVARES. Cap. V.

 El Palacio del Buen Retiro

     Los dos arquetipos de dictadores.
     Desde el punto de vista morfológico, los hombres poseídos de la pasión de mandar se dividen en dos grandes grupos: el fuerte, ancho, rechoncho, con tendencia a la obesidad, que en terminología moderna se denomina "pícnico"; y el enjuto, aguileño, delgado o, según esa terminología, "asténico". Como es sabido, cada uno de esos dos grupos de hombres poseen un espíritu y un temperamento distintos. El pícnico propende al humor con alternativas ya de exaltación hipomaníaca y de optimista sensualidad, ya de depresión y melancolía. En suma, lo que llaman los psiquiatras el temperamento cicloide o ciclotímico. El asténico, en cambio, suele poseer un espíritu y un temperamento frio e irritable, rígido, reconcentrado, de gran vida interior. En suma, lo que los psiquiatras denominan temperamento esquizoide o esquizotímico.

     Como dice Kretschmer, el pícnico y cicloide es el hombre todo superficie, al que arrastra y moldea cada día, en su vaivén, la vida exterior; mientras que el asténico y esquizoide es el hombre de superficie más profunda, cuyo fuerte mundo interior le rige y le mantiene a salvo de la oscilación exterior (autismo).

    
El mecanismo de la captación ansiosa del poder es, naturalmente, distinto en una y otra clase de conductores. El gran jefe pícnico y cicloide se eleva gracias al dinamismo comunicativo de sus fases hipomaníacas, en las que rebosa de optimismo, de proyectos grandiosos y a veces temerarios, de energía y de sentido práctico, de confianza en sí mismo, fácilmente comunicativa, y de energía incansable y absorbente para el trabajo. Su fuerza depende de su gesto espectacular; y esto le permite salvar las fases de depresión, durante las cuales sólo conoce él su hundimiento espiritual; el gesto, vivo, aun cuando no responde a la tensión interior, da a los que le obedecen la misma sensación de estímulo irradiante que en los episodios hipomaníacos. Es esto, la continuidad en el gesto, lo primero que aprenden a hacer los dictadores de esta categoría; porque si desde fuera se viese la oscilación de su alma, estaban, al punto, perdidos: el pueblo ve en ellos el titán, y el titán no tiene derecho a fatigarse ni a perder su actitud erecta. Sólo cuando la edad y el cansancio acentúan la profundidad y la longitud de las curvas de represión, empiezan éstas a traslucirse en la conducta; en detalles insignificantes al principio, luego con nitidez; y es ésta, se ha dicho, la señal infalible de que su caída se aproxima.

Olivares

     El gran jefe asténico o esquizoide se eleva a favor de su austeridad, de su severidad -a veces de su crueldad-, de su inflexible espíritu de justicia, de su pasión idealista.

     Si el dictador pícnico arrastra por el gesto, el asténico convence por su conducta. Aquél atrae por su acción llamativa. Éste se impone por su rigor y su reserva.
Felipe IV

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